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Tenéis nueva pareja y... ¿qué pasa conmigo?

Tenéis nueva pareja y... ¿qué pasa conmigo?
08/01/2019
admin

Cada vez existen menos "familias tipo" formadas por una madre, un padre y los hijos e hijas de ambos. Hoy en día, la separación de una pareja y la formación de otra nueva están a la orden del día. Además existen familias monoparentales (con un sólo progenitor) y homoparentales (formadas por personas del mismo sexo). En cualquiera de ellas puede haber hijos comunes conviviendo con otros aportados por cada uno de los miembros de la pareja. A nivel psicológico,  más importante que la composición misma de la familia me parece el funcionamiento de la misma, con su dinámicas de convivencia, afecto y apoyo.

Si la separación de una pareja es un proceso complejo, la situación se complica cuando una nueva pareja de uno de los progenitores entra en escena. La nueva pareja se integra en una estructura familiar más compleja, en la que los dos progenitores están presentes.

Cuando se forma una familia por primera vez las partes se conceden el tiempo para conocerse y crear un vínculo sólido antes de comenzar un proceso de convivencia en el que se va definiendo el funcionamiento. Y todo esto antes de que se decidan a aumentar la familia, mediante hijos propios o adoptados. Este proceso es bien diferente con las familias de padres/madres divorciados porque desde el primer minuto de la relación ya están presentes los hijos/as.

Para los padres sustituir una pareja por otra es un proceso natural y gradual en el que se toman su tiempo para conocer a la nueva pareja pero para los hijos e hijas es diferente porque mantienen para siempre a su padre y a su madre y no tienen el mismo tiempo para adaptarse a la nueva situación.

A veces hacemos vivir a nuestros hijos e hijas demasiados cambios en muy poco tiempo. Les pedimos que acepten a las nuevas parejas casi sin darles tiempo a conocerlas; que convivan con los hijos/as de la nueva pareja; cambios en las costumbres, etc. Todo esto no es ni bueno ni malo pero sí es necesario que nos cuestionemos si les estamos ayudando a vivirlos.

Cuando presentamos una nueva pareja a nuestros hijos e hijas pueden percibirla como una intrusa que se va a interponer en la relación. Temen perder nuestra atención o, al menos, la exclusividad; temen ser desleales al otro progenitor si la aceptan; se frustra la esperanza de que su padre y su madre se reconcilien.

La situación se complica si, además, la nueva pareja también tiene hijos e hijas. Aparecen nuevas relaciones: entre los hijos de cada parte de la pareja, entre los hijos y la nueva pareja del progenitor. Si no somos suficientemente cuidadosos pueden surgir conflictos de lealtades, celos, competencias, luchas de poder, rivalidad. El deseo de estabilizar la situación lo más rápidamente posible nos puede precipitar a querer hacer en poco tiempo cosas que requieren más. Para facilitar el conocimiento mutuo y consolidar las nuevas relaciones hace falta tiempo de relación a solas, jugar, discutir, establecer los nuevos límites, respetando siempre las relaciones entre cada adulto y sus hijos/as y el tiempo para la soledad y la intimidad.

Las funciones y la forma adecuada de comportarse de la nueva pareja en esa situación no está definida con claridad, aunque es recomendable que se mantenga en segundo plano cuando se trata de asuntos referentes a la educación, la disciplina y el control. Los hijos e hijas sólo atribuyen estas competencias a sus progenitores biológicos, por eso es bueno que la otra parte asuma un papel auxiliar, más colaborador que otra cosa, para evitar el riesgo de que le digan "tu no eres mi madre/padre".

Tampoco hay que olvidar que un fuerte vínculo de pareja está en la base de toda buena vida familiar por eso, si bien hay que estar atentos a las necesidades de los hijos/as, NO PODEMOS DESCUIDAR LA INTIMIDAD DE LA NUEVA PAREJA.

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