Cuanto nos cuesta pedir perdón y perdonar. Arrastramos sentimientos de resentimiento y rencor por no poder perdonar, a nuestros padres, a nuestras madres, a una pareja, a amigos. Para poder hacerlo necesitamos que la persona se haga cargo del agravio, acepte que nos ha hecho daño. Perdonar no es olvidar, pero libera del rencor, calma el dolor y ayuda a reparar una herida.
Hay dos cosas que creo que es importante distinguir: el efecto causado por un acto y la intención que tenemos. En nuestras manos está la intención con que hacemos algo, pero no lo está el efecto que causa en otra persona. No nos damos cuenta de que hay ocasiones en las que queremos ayudar y el efecto es el contrario. Creo que aquí reside parte de la dificultad: creemos que pedir perdón es aceptar que nuestra intención no ha sido buena, cuando en realidad es reconocer que nuestros catos tienen consecuencias independientes de la intención con la que los llevemos a cabo.
Creemos y nos educan a través de la culpa ("eres malo" "nadie te va a querer"), nos juzgan, nos imponen un castigo para expiar la culpa, nos señalan y nos sentimos ridiculizados y humillados. Para evitarlo aprendemos a ocultar errores y los daños causados, a buscar chivos expiatorios y a escudarnos en justificaciones, excusas y explicaciones.
Los niños/as tampoco tienen experiencia en que los adultos reconozcamos nuestros errores y pidamos perdón. Los educadores suelen considerarlo una muestra de debilidad que llevará a una pérdida de autoridad y de respeto. Sin embargo, es al contrario. Nos concederá autoridad alguien que nos considere justos y honestos, que pueda confiar en que si defendemos algo es sincero, aunque nos podamos equivocar o cambiar de opinión, pero cuando lo defendemos de verdad lo creemos. Y si nos equivocamos, lo reconocemos.
Es muy importante pedir perdón a las personas a las que educamos o con las que nos relacionamos, sean nuestros hijos, alumnos, vecinos, amigos, porque sólo así aprenderán a hacerlo. Aprenderán que todos podemos equivocarnos, es parte de la vida y también del proceso de aprendizaje, pero para ello es necesario reconocerlo sin fustigarnos, ni sentirnos "malas personas". Pedir perdón es una forma de mostrar a los demás que son importantes para nosotros y que nos importa lo que sienten, que son dignos de respeto, que son valiosos para nosotros y de esta forma aprenderán a valorarse y a no permitir que alguien los trate mal.
Somos responsables de lo que hacemos, para bien y para mal, con intención o sin ella, nuestros actos tienen consecuencias para los demás y es bueno asumir la responsabilidad de lo que hacemos. Es importante desterrar el concepto de culpa, que tanto daño nos hace, y sustituirlo por responsabilidad.
Una persona puede sufrir porque tomamos una decisión que no cumple con las expectativas que tiene respecto a nosotros (nuestros padres, nuestra pareja, un amigo). Los demás son libres de esperar lo que quieran pero también lo es cada uno a la hora de tomar sus decisiones y, ante todo, debemos ser fieles a nosotros mismos. En esta situación, no está en nuestra mano evitar que otra persona sufra, pero sí comprenderlo. Cada cual debería revisar por qué no puede aceptar que otro sea libre de hacer sus elecciones, por qué cree saber mejor lo que le conviene a otro más que la propia persona.
Pedir perdón no es hacerlo como una "muletilla", no es una manera de tener licencia para hacer lo que queremos, sino que significa un reconocimiento sincero de que hemos causado algún daño o incomodidad.
Resumiendo: si pedimos perdón a nuestros pequeños les enseñamos a ser responsables, a no tener miedo a equivocarse, les mostramos que son importantes para nosotros, dignos de nosotros y contribuiremos a que tengan una buena autoestima.