"Si algún día no tienes ganas de hablar con nadie, llámame... estaremos en silencio" Gabriel García Márquez.
Cuantas veces he oído esta máxima: "haz a los demás lo que te gustaría que te hicieran a ti". Yo me identifico más con esta otra "no trates al otro como te gustaría que te trataran a ti porque es posible que quiera algo diferente".
Con demasiada frecuencia damos por supuesto que a todas las personas nos viene bien lo mismo en las mismas circunstancias, que todas vivimos las situaciones de la misma manera.. Gran error. Las personas necesitamos cosas diferentes y una forma de sentir una mirada atenta hacia nosotros es que nos pregunten cómo estamos, qué necesitamos, qué queremos, sin darlo por descontado. Nos sentimos vistos, tenidos en cuenta, respetados e importantes para la otra persona porque se ha dado cuenta de que necesitamos algo, ha pensado qué puede ser, pero nos pregunta sin decidir por nosotros. No hay mayor satisfacción que sentir sobre nosotros una mirada atenta, un "estoy aquí para ti, dime qué necesitas".
Pensar por otra persona, tomar decisiones por ella, darle algo que no necesita o quiere es invadir su espacio personal. Creemos saber lo que la otra persona necesita, pero nadie lo sabe mejor que ella misma, nos empeñamos en dar consejos y decirle lo que tiene que hacer, pensamos que se equivoca con las decisiones o actitudes que adopta.
En un corto intervalo de tiempo he tenido sesiones de terapia con personas que estaban viviendo un proceso de duelo. Las personas de su entorno, que sin duda quieren ayudarle, acabaron convirtiéndose en una carga añadida que dificultaba la recuperación. Las personas que están pasando un proceso de duelo necesitan espacio, un espacio de recogimiento, de silencio. Es lo que pide la tristeza, el duelo de una etapa de volverse hacia sí mismo, hay muchas cosas que elaborar y necesitamos recuperar energía para volver al mundo. ¿Qué hace su entorno, las personas cercanas? Insistir en que eso no esta bien, que la vida sigue, que tienen que ser fuertes, que deben salir y entretenerse, no dejarle un momento de soledad. No se dan cuenta de que lo que hacen es cargar más peso sobre una persona que lo que necesita es tranquilidad, posiblemente compañía, pero también silencio o quizás alguien que escuche sin juicios, sin consejos, sin decirle lo que tiene que hacer, que respete sus ritmos y sus tiempos.
Cuando sentimos que alguien cercano nos quiere ayudar, que esa es su verdadera intención aunque no lo consiga, nos resulta difícil poner un límite y la supuesta ayuda se convierte en una carga. La intención es buena pero el efecto causado no.
Insisto: si queremos ser ayuda debemos estar disponibles para la otra persona, escuchar lo que nos pide, lo que nos dice que necesita, y acompañar desde ahí. Aunque nos parezca difícil de entender. Aunque nos parezca que se equivoca debemos tener la humildad de pensar que quizás somos nosotros los equivocados.
A menudo me pregunto si lo que queremos es 2rescatar" a la otra persona o "rescatarnos" a nosotros mismos de lo que sentimos cuando la vemos sufrir. Creo que nos cuesta lidiar con el sufrimiento propio.