"Cuidar bien a un niño es: dejarle solo y estar cerca, en donde ´estar cerca` significa, supongo yo, proporcionarle seguridad, audiencia para las proezas, consuelo para las heridas, sugerencias y equipamiento material para el paso siguiente, y respuestas cuando pregunta". Paul Goodman.
Para que un niño madure de forma sana son primordiales dos elementos: afecto e interacciones personales. El aislamiento social en los primeros años es lo más dañino y los hace más vulnerables a sufrir problemas emocionales.
Vivimos en una sociedad narcisista en la que tenemos que poder con todo y ser capaces de todo. Esto lo trasladamos a los niños y exigimos niños perfectos que se sienten fracasados desde muy pequeños.
Los niños tienen una gran capacidad para aprender, pero también son más vulnerables a cualquier trauma. Cuando el entorno no es cálido y apoyador se sienten inseguros, rechazados, ansiosos. Si se sienten en un entorno amigable, que le escucha y le comprende, respetuoso y protector, el niño crece más seguro, crea cimientos sólidos y tiene más posibilidades de afrontar el estrés y la frustración.
Los adultos debemos de observar y escuchar, más que hablar. Observarles y dejar que nos guíen, si tenemos paciencia e interés nos mostrarán sus deseos y sus necesidades.
Un niño necesita aprender a explorar sus sensaciones y estar en contacto con sus sentimientos para poder descubrir qué es lo que quiere realmente. Para esto necesita el apoyo de los adultos: compartir actividades con él, preguntarle sobre lo que experimenta y ayudarle a encontrar sentido a lo que le pasa, a sus sensaciones, emociones y sentimientos. Aprenderá a saber y decir lo que siente y a escuchar lo que sienten los demás. De esta forma crecerá seguro, sintiéndose apreciado por lo que es, no por lo que queremos que sea o que llegue a ser.
Un niño necesita especialmente curiosear, jugar, explorar y descubrir el mundo, destrozar, ensuciarse, arriesgarse a experimentar para poder aprender y, finalmente, sacar conclusiones. La función del adulto es estar cerca pero no invertir en la resolución de los problemas y dejarle resolverlos por sí mismo.. Esto le beneficiará en el terreno emocional y el académico porque sentir curiosidad es la mejor forma de motivar y lograr el aprendizaje.
Un niño necesita que le permitamos desarrollar su individualidad, lo que le hace único y original, sin compararlo con los demás. Los halagos no siempre son buenos ni mejoran su autoestima, en exceso no ayudan, y a veces entorpecen. Pueden provocar temor al fracaso, a no ser igual de bueno en el próximo intento y menoscabar su confianza. Si además, las críticas o halagos no son sinceros lo que muestran es indiferencia. Sin embargo, observarlo, escucharlo, hablar con el, interesarse por lo que hace, sí desarrolla la confianza porque le muestra que es alguien importante, alguien digno de ser tenido en cuenta. Deseamos más la atención que el elogio.
Aunque las rutinas nos dan seguridad, los cambios nos permiten ponernos a prueba y experimentar cómo nos desenvolvemos. Salir de la rutina, saltarnos las normas de vez en cuando y hacer cambios sobre la marcha les enseña a ser flexibles y a entender que los problemas no tienen una única solución, que podemos cambiar de opinión antes de tomar una decisión definitiva.
En definitiva: a los niños hay que tenerlos en cuenta y reconocerlos en lo que les pasa (son niños, no adultos!!!). Viven sus problemas con la misma intensidad que nosotros, aunque desde nuestra posición nos parezcan irrelevantes.