Todas las adicciones, le contó, no eran más que formas de tratar un mismo problema. Las drogas, el exceso de comida, el alcohol o el sexo, todo era una simple forma de encontrar la paz. De escapar de lo que conocemos. De nuestra educación. Eran nuestro mordisco a la manzana. "Asfixia! (2001), Chuck Palahniuk
La magia de la adicción es que uno nunca tiene hambre ni está cansado ni aburrido ni se siente solo. "Asfixia! (2001), Chuck Palahniuk
En el artículo anterior (septiembre 2018) comentaba las dos opciones que tenemos, en la vida en general y en la terapia en particular, de entender lo que sucede en el presente. Podemos intentar comprender cómo hemos llegado hasta aquí, o podemos entenderlo en función del siguiente paso que queremos dar. La primera opción nos aporta información acerca de quienes somos, nuestras posibilidades y limitaciones; y la segunda de nuestros deseos, impulsos, necesidades. La primera nos da ancla y nos limita a la seguridad de lo ya conocido; la segunda nos abre puertas y posibilidades, nos confronta con la excitación de la novedad.
Puesto que las dos vías están presentes, en terapia trabajo en la dirección de abrir novedades, alternativas, sosteniendo la ansiedad que conlleva todo cambio. En situaciones conflictivas, decisiones difíciles, cambio de modo de vida, la excitación se percibe claramente como ansiedad, porque lleva asociado el miedo al cambio y la defensa "no consciente" de cualquier alternativa que modifique el status quo.
Veamos un caso de adicción. Entiendo por adicción cualquier actividad que nos aporta un placer temporal o alivio a corto plazo, pero que causa daño a largo plazo, y no podemos abandonar a pesar de conocer las consecuencias negativas. El elemento adictivo puede ser una sustancia, el trabajo, las compras, una pareja, el sexo, Internet, el móvil, la comida, el deporte, el poder, la riqueza, una posición, etc. Ninguna de esas actividades es adictiva por si misma, ni siquiera las drogas, hay más personas que las consumen y no llegan a sufrir una adicción que personas que sí la desarrollan. La adicción no está en la sustancia sino en la persona.
La persona adicta llega a perder la salud, la familia, el trabajo, el bienestar, incluso la vida. Partiendo de que creo que todos tenemos una razón para hacer lo que hacemos y además una razón sensata. ¿como puede ser que alguien haga cosas que le abocan a su destrucción? Podemos pensar que su vida ha sido difícil y esa es la causa de su comportamiento, pero si eso nos vale, nunca saldría de ahí. En mi opinión, lo que permite movilizar la situación y encontrar una salida es cuestionarme qué consigue con un comportamiento que no es bueno ni para la propia persona ni para su entorno. Si su vida fue difícil ¿para qué se empeña en que lo siga siendo?.
En los casos que conozco la adicción no es "porque..." sino para aliviar el sufrimiento, para tener una sensación de control, un tiempo de calma, una vía de escape de sus pensamientos o liberarse de la ansiedad por un tiempo.
Cuando alguien siente un vacío interior necesita compensar esa carencia, esa inseguridad, a través de algo externo (droga, comida, trabajo, sexo, etc.) o bien ofreciendo una imagen personal que compense su sentimiento interior (vistiendo de una determinada manera, comportándose con una aparente seguridad, gastando dinero que no tiene, con comportamientos extravagantes). Lo que quiere decir, sin palabras y a través de su imagen, es más o menos esto: "puede ser que no me quieras pero, al menos, me vas a necesitar o admirar".